lunes, 9 de julio de 2007

Inland Empire, la neurosis de David Lynch invade la Pantalla

La más reciente película de David Lynch es un film que van a ver 50 personas, de esas, a 12 le va a gustar y de esas 12, solamente unas 7 la van a disfrutar y a volver a ver. Nombrado por la región de California, la película fue realmente filmada enteramente con cámara digital (una Sony DSR-PD150 para los que les interese) y en Polonia, lo que le otorgó una cuantiosa reducción en los costos de producción y una gran libertad creativa que en éste caso resulto en un desbordamiento creativo reconocido en el Festival de Cine de Venecia.

La película es conducida con una gran maestría por Laura Dern, de quien depende los 178 minutos de película y además se da el tiempo de sacar a sus actores fetiche (Harry Dean Stanton, Julia Ormond, William H. Macy, Mary Steenburgen, Laura Harring, Nastassja Kinski e incluso Naomi Watts aunque solamente su voz). Un trabajo totalmente libre en el que no contaba con un guión establecido sino solamente con una historia general y en el que el director regresa a sus orígenes creativos y creadores en el que toma las riendas enteras de la producción fungiendo además como escritor, cinematógrafo, editor, músico, mixer de sonido y como productor.

La película es la evolución natural de toda su obra anterior, desde Ersedhead (1977), pasando por Wild at Herat (1990) y llegando hasta Lost Highway (1997) y Mulholland Drive (2001), sin olvidar claro la serie Twin Peaks (1990-1991). Ésta película entra en la categoría de películas mentales, es el siguiente paso a las obras de Christoffer Boe, tanto Reconstrucción (2003) y Allegro (2005), pero siendo mas cercana a la estructura dramática mental estructural de Neon Genesis Evangelion (1995-1996) pero con el toque característico de Lynch en el que lo extraño y ambivalente es una pieza clave del universo.
La historia es simple solamente en su anécdota, pero realmente tiene una estructuración sumamente compleja, una actriz que se introduce en su papel hasta el punto en perder toda concepción de la realidad, en esta nueva realidad es en donde se desarrolla la película, la realidad de la actriz se funde con la realidad del personaje que representa y con los fantasmas de una producción pasada que la acosan. Pasado, presente, futuro se unifican en un mismo espacio temporal que se asemeja a la lectura de Antonio Lobo Antunes; una historia con tintes claramente Lacantianos, Freudianos y Jungianos en donde la imagen mental de los tres estados de la conciencia son representados en un programa televisivo cuyos personajes son conejos humanizados en el puro estilo de Ionesco, una historia observada desde muchos puntos de vista (la prostituta que resulta ser el fantasma del personaje y de otra actriz, la cámara del director de la película [Jeremy Irons] en la que la actriz actúa, la misma cámara de Lynch, la visión de los actores presentes y futuros y de los fantasmas), todos dentro d una misma película y dentro de la cabeza de la actriz, todos gritando e intentando liberarse al unísono.



Una película compleja no apta para las grandes audiencias, realmente se trata de una historia para los fanáticos de David Lynch y de su visión oscura y extrapolar de las cosas cotidianas, en donde las sombras asechan a cada esquina pues el subconsciente es que nos rige y la realidad la dobla el inconciente; el resto de los sentidos solamente jugamos al tono que nos dicta la mente, por suerte sin llegar a ese nivel de psicosis…todavía.

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