miércoles, 29 de agosto de 2007

Adios al maestro Umbral: que sus rosas esten en nuestras almas por siempre

El día de ayer, 28 de agsto de 2007 falleció Francisco Pérez Martínez mejor conocido como Francisco Umbral, conocido por ser uno de los mejores periodistas, ensayistas, novelistas y biógrafos españoles del siglo XX.

Nacido en Madrid en 1935, ciudad en donde ubica la mayor parte de su obra, la infancia de Francisco estuvo marcada por el despego y distanciamiento de su madre hacia él, que lo marcó de por vida una dolorosa sensibilidad; debido a su mala salud entró a la escuela tardíamente y fue expulsado de la escuela a los 11 para nunca más volverse a matricular en ninguna escuela, sin embargo ya desde esa edad era un lector compulsivo y autodidacta de todo tipo de literature y a los 14 años comenzó a trabajar como botones de un hotel.

En sus veintes omenzó a escribir en la revista Cisne y en 1958 comenzó su carrera periodística en el periodico El Norte de Castilla promocionado directamente por su director Miguel Delibes, quien se dio cuenta de su talento para la escritura, también trabajó en León para la emisora La Voz de León, en el diario Proa y colaborar en El Diario de León.

En 1959 se casó con María España Suárez Garrido, posteriormente fotógrafa de El País, tuvieron un hijo que falleció de laucemia a la edad de seis años, hecho del que nunca se recuperó pero que pudo encausar a la creación de su más grande libro: Mortal Y Rosa (1975), siendo éste el más lírico, dolido y personal ejemplar de toda su amplia producción literaria y el cual lo colocó dentro de la historia literarria de España y del mundo. Este libro inculcó en el autor la caracterñistica altiva, desesperada y a él lo convirtió en un ser introspecto y totalmente entregado a la escritura.
En 1961 regresó a su Madrid natal en calidad de corresponsal, donde frecuentaría la tertulia del Café Gijón, en ese lugar entablo amistad con Camilo José Cela quien lo ayudó a publicar sus primeras obras. En los años subsecuentes se convertiría en un cronista y columnista de prestigio bajo los seudónimos de Jacob Bernabéu y Francisco Umbral, trabajando en revistas como La Estafeta Literaria, Mundo Hispánico (1970-1972), Ya, El Norte de Castilla, Por Favor, Siesta, Mercado Común, Bazaar (1974-1976), así como en Interviú y La Vanguardia; pero lo más destacado fueron sus columnas en los diarios El País (1976-1988) donde fue uno de los cronistas que mejor supo describir el movimiento contracultural: en el Diario 16 (1988-2007) y en El Mundo (1989-2007). Alternó su enorme producción periodística con una regular publicación de novelas, biografías, crónicas y autobiografías testimonials.

En 1986 fue candidato, junto a José Luis Sampedro al sillón F de la Real Academia Española apadrinado por Camilo José Cela, Miguel Delibes y José María de Areilza, por desgracia para él, fue elegido Sampedro, pero lo colocó entre el top de los periodistas y escritores, lo cual lo llevó a colaborar con los periódicos y revistas más variadas e influyentes en la vida española. Esta experiencia está reflejada en sus memorias periodísticas Días felices en Argüelles (2005). Entre los diversos volúmenes en que ha publicado parte de sus artículos pueden destacarse en especial Diario de un snob (1973); Spleen de Madrid (1973), España cañí (1975), Iba yo a comprar el pan (1976), Los políticos (1976), Crónicas postfranquistas (1976), Las Jais (1977), Spleen de Madrid-2 (1982), España como invento (1984), La belleza convulsa (1985), Memorias de un hijo del siglo (1986), Mis placeres y mis días (1994).

Su calidad literaria viene dada por su fecundidad creativa, su sensibilidad lingüística y la extrema originalidad estilñistica de sintaxis libre aunado a un mundo metafóricamente abundante y sumamente complejo, flexible para los matices más esquivos de la actualidad, abundante en neologismos y alusiones intertextuales, cualidad que le hace especialmente intraducible a otro idioma que no sea el español lo que lleva a que sea un autor apenas conocido en algunos circulos externos al hispano, lo cual no evita que deje huella en quienes lo leen.

Como articulista practicó un costumbrismo antiburgués que no renunciaba al yo más intensamente romántico e intentaba dar a lo cotidiano la dignidad de lo desconocido, impregnándose no pocas veces de una desolada ternura, Umbral contaba además con una gran acidez, una vision mordáz y una gran intuición para captar la escencia de todas las cuestiones que relató. Una gran pérdida para la literatura mundial y en particular para la literatura latinoamericana.

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